26 de marzo de 2019

El expresidente Belisario Betancur y la Especialización en Derecho del Medio Ambiente

Quizás por ser el mayor de la tribu he tenido la posibilidad de conocer a personajes de la historia nacional, hoy desaparecidos, pero que por su cercanía con el rector Fernando Hinestrosa y con el Externado tuvieron algún tipo de relación con nuestros programas académicos. De ese grupo ilustre hicieron parte los profesores Carlos Restrepo Piedrahita y Otto Morales Benítez, a quienes después de su partida les dedicamos algunos comentarios en este blog.

Óscar Darío Amaya Navas*

En esta oportunidad me quiero referir al señor expresidente Belisario Betancur, fallecido el pasado 7 de diciembre a la edad de 95 años, y con quien compartimos algunas anécdotas y momentos que merecen ser destacados para la posteridad, y que dan muestra de su generosidad, humanismo y buen humor. Aunque no voy a pasar de amigo oportunista del expresidente, porque apenas tuve contacto con él en las ocasiones que relataré, considero un deber histórico recordarlo con afecto y gratitud.

Nacido en la apartada población minera de Amagá en el departamento de Antioquia, Betancur fue un ejemplo de superación por las difíciles condiciones de pobreza que tuvo que enfrentar en su infancia y por la tenacidad de la que hizo gala para salir adelante y conquistar la primera magistratura de la Nación para el período 1982-1986. En el entretanto fue seminarista, abogado, escritor y político, siempre dando muestras de un alto sentido humanista.

En su carrera en el servicio público ocupó los cargos de Representante a la Cámara por Antioquia (1951-1953), Ministro de Educación Nacional (1960), Ministro de Trabajo (1962-1963), Senador de la República por Antioquia (1970-1978) y después de varios intentos llega a la Presidencia de la República para el período comprendido entre el 7 de agosto de 1982 y el 7 de agosto de 1986. Aunque fue el primer Jefe de Estado que se la jugó a fondo por la paz en Colombia, es recordado especialmente por haber tenido que afrontar en su período presidencial, primero, la toma del Palacio de Justicia y su desenlace fatal en noviembre de 1985 y, una semana después, la tragedia monumental de Armero, con miles de colombianos desaparecidos por los rigores de la naturaleza. En el primero de dichos acontecimientos nuestra Casa de Estudios padeció la pérdida injusta de un alto número de profesores inolvidables, en hechos que solo el transcurso de la historia aclarará definitivamente.

Este espacio y este momento, sin embargo, no son para el reproche ni para el juicio de responsabilidad por los luctuosos hechos de noviembre de 1985. Para eso están otras instancias y el juicio mismo de la historia. Mi intención acá es recordarlo con afecto y humildad por su relación anecdótica con la Especialización en Derecho del Medio Ambiente de nuestra universidad que tuve la oportunidad de fundar y dirigir.

Pero antes de entrar a relatar las anécdotas del expresidente con nuestra especialización, permítaseme recordar las dos oportunidades en las que escuché de Betancur en mi casa. De la primera vez recuerdo que mi padre, sastre de profesión, relataba que en sus correrías de juventud por los seminarios de Antioquia vendiendo sotanas y ropa para sacerdotes, se encontró en alguna ocasión con el seminarista Betancur quien le encargó una dotación completa del vestuario eclesial. Años después el expresidente me confirmó esta historia, recordando que durante su época de formación pre-sacerdotal “el maestro Amaya” fue su sastre preferido. Comentario que, por supuesto, me llenó de orgullo y de satisfacción.

La segunda ocasión que escuché de Betancur fue muchos años después, ya durante su período presidencial, como quiera que mi hermano menor Edgar Orlando prestó el servicio militar en el Batallón Guardia Presidencial en 1985, y por sus dotes musicales tuvo la ocasión de acompañar al Presidente en muchos de sus viajes por el país “con su conjunto musical de cabecera”, como él lo llamaba, al ritmo de un variado repertorio de música colombiana y tradicional.

Si mi memoria no me falla a comienzos del siglo XXI, y ya con cuatro a cinco años de actividades de nuestra especialización, el doctor Hinestrosa me cita en su oficina y me informa que el expresidente Betancur desea hablar conmigo, a propósito de nuestro programa en Derecho del Medio Ambiente. El rector me señala que la Universidad está apoyando al expresidente en sus labores culturales en el municipio de Barichara y que en alguna de esas tertulias le surgió la necesidad de hablar con el director de ese peculiar programa jurídico ambiental que estaba ofreciendo el Externado. Entre aterrado y sorprendido atiendo el llamado y lo visito en su oficina de trabajo en la Fundación Santillana, por la calle 82 abajo de la carrera 9ª, en Bogotá.

Después del saludo protocolario y de identificarme como hijo orgulloso del sastre Amaya, el expresidente me confirma la anécdota arriba anotada sobre la persona que le había confeccionado sus mejores “hábitos pre sacerdotales”. Luego me sorprende preguntándome por qué razón se había rotulado al programa como “Especialización en Derecho del Medio Ambiente” en vez de llamarlo Derecho al Medio Ambiente. Después de una larga y maravillosa jornada tuve que explicarle que el programa se refería a toda la normativa que tenía que ver con el medio ambiente y con los recursos naturales, en tanto que su interpretación haría relación al disfrute del medio ambiente como derecho colectivo y/o fundamental. En las que me ví para intentar convencerlo, sin éxito.

De ahí en adelante me puse a la tarea de visitarlo por lo menos una vez al año para entregarle las publicaciones que realizábamos sobre la materia, pero sobre todo para seguir discutiendo sobre el nombre de nuestra especialización. Estoy convencido que siempre me avasalló con argumentos sencillos y lingüísticos, derrota que yo disfrutaba con emoción.

Hace unos siete u ocho años el señor expresidente me invitó a un tomar un café y me pidió que ya no le enviara más los libros que publicaba nuestro departamento, porque ya no tenía tiempo ni salud para leerlos y porque había tomado la decisión de donar su biblioteca a la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín, como en efecto ocurrió. Fue la última vez que lo disfruté intelectualmente.

Hacia el futuro me queda el compromiso moral con Betancur de visitar esa noble escuela de estudios de Antioquia, informarle a sus directivos que sin costo les será suministrada “hasta la posteridad” la colección de libros ambientales del Externado e invitar a las nuevas generaciones a estudiar el derecho del medio ambiente y a proteger el derecho al medio ambiente.

 

*Docente e investigador del Departamento de Derecho del Medio Ambiente


Foto de  N. GALLEGO, recuperada de: https://elpais.com/internacional/2018/12/08/colombia/1544226975_749817.html