6 de octubre de 2021

Sistemas alimentarios sostenibles y la lucha por la erradicación de la pobreza

A propósito de la celebración de la primera Cumbre de la Organización de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, líderes mundiales empresas, agricultores, pueblos indígenas, jóvenes, académicos, ciudadanos y ciudadanas se han reunido para encontrar nuevas formas de producir alimentos para la población mundial sin generar grandes perjuicios ambientales al planeta. Dentro de esas formas se alerta sobre la urgencia de erradicar la pobreza extrema y, consecuentemente, reducir los amplios niveles de desigualdad.

Por: William Iván Gallo Aponte

El pasado 23 de septiembre de 2021, en la ciudad de Nueva York, se celebró la primera Cumbre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre los Sistemas Alimentarios. La reunión de líderes mundiales, empresas, agricultores, pueblos indígenas, jóvenes, académicos y ciudadanos tuvo por objetivo entablar un diálogo para construir un sistema alimentario próspero, seguro y justo para todos. De esa manera, encontrar nuevas formas de producir alimentos para la población mundial sin generar grandes perjuicios ambientales al planeta.

Son varias las reflexiones que impulsaron el apremio de convocar esa Cumbre. Por un lado, el estado de la seguridad alimentaria y de la nutrición en el mundo para el 2021: 811 millones de personas desnutridas y el 17% de los alimentos tirados a la basura.[1] El peligro subyacente que traen consigo los conflictos y las crisis humanitarias, la variabilidad y las condiciones extremas del clima, la desaceleración y los debilitamientos de la economía, la inasequibilidad a las dietas saludables y los graves impactos que trajo la pandemia del Covid-19, recrudecieron los índices de pobreza y desigualdad. La pobreza incide negativamente en la calidad nutricional de la población. Inclusive, toda inseguridad alimentaria se ve agravada por los altos niveles de desigualdad en todas sus dimensiones. Infortunadamente, los más excluidos y marginados son los primeros en recibir el impacto de estos peligros.[2]

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible trazados para el 2030, por lo menos en lo que se refiere a poner fin al hambre y a la malnutrición, parece insostenible. Los conflictos, el cambio climático, el debilitamiento de la economía, la inasequeilibidad de dietas saludables, así como la pandemia, son circunstancias que interactúan entre ellas, particularmente en los países de ingresos medios y bajos, socavando gravemente la seguridad alimentaria, la nutrición y consecuentemente la posibilidad de avanzar en caminos de igualdad.

Por destacar un ejemplo, de acuerdo con una estimación elaborada por el Banco Mundial, para los próximos diez años, el cambio climático podría dejar y sumir en la pobreza a más de cien millones de personas en el mundo. Las personas más pobres se encuentran expuestas a todo tipo de vulnerabilidades relacionadas con el clima. No sólo catástrofes naturales que destruyen sus bienes y medios de vida, sino también enfermedades y plagas transmitidas por el agua, más frecuentes en las fuertes olas de calor, las inundaciones y las sequías. Súmese a eso, la pérdida de las cosechas debido a la reducción de las precipitaciones y las subidas de los alimentos tras los fenómenos meteorológicos extremos.[3]

Por otro lado, la Cumbre fue motivada para un diálogo necesario para el cambio en la forma de producción y uso de los alimentos para poner un frente a la emergencia climática. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los sistemas alimentarios son responsables por el 70% del agua extraída de la naturaleza. Estos procesos industriales generan la emisión de gases de efecto invernadero, amenazando 24.000 especies en riesgo de extinción.[4] Además de lo anterior, se reconoció la importancia de una visión interseccional para combatir el hambre y generar ambientes alimentarios más saludables y sostenibles. La participación pública de comunidades indígenas, agricultores familiares, mujeres rurales y jóvenes, fueron convocados para repensar los sistemas alimentarios, siempre conscientes de la necesidad de garantizar el derecho al futuro, el desarrollo sostenible de las próximas generaciones.[5]

Cabe preguntarse entonces, ¿Cuáles deben ser los próximos pasos? se hace necesario ampliar la resiliencia climática en los distintos sistemas alimentarios. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), debe invertirse en esfuerzos para diseñar políticas que fomenten la sostenibilidad y el crecimiento inclusivo. Además de una política tributaria amplia, justa y progresiva, con un amplio contenido verde impositivo que contribuya con la mensuración de impactos ambientales, se requiere frenar y reformular las políticas de desarrollo que aumentan la industrialización y los cambios en el uso de la tierra y la energía.[6]

Particularmente en Colombia, además de participar en la Cumbre y contribuir con el diálogo, desde el punto de vista jurídico-regulatorio, se hace necesario armonizar el amplio conjunto normativo sobre seguridad alimentaria.[7] Esa armonización debe incluir la consideración según la cual: una alimentación saludable debe ir más allá que el proceso de ingestión y la ampliación la producción agroindustrial. La intervención del Estado para enfrentar la inseguridad alimentaria no puede únicamente fundamentar el necesario crecimiento económico. Una alimentación saludable y, consecuentemente, una reducción del hambre y la pobreza, impone regular adecuadamente la producción agroindustrial y la ganadería extensiva. Por dar un ejemplo, los cultivos de palma de aceite son unos de los más importantes del país, crece más que otros, pero en nada contribuye con una alimentación equilibrada, por el contrario, su uso se destina a la elaboración de frituras, margarinas, mantecas, snacks, etc.

Las medidas audaces para acelerar el progreso requieren una descentralización para generar sistemas de información sobre la situación alimentaria de las entidades territoriales, tal como lo promueve la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (Conpes 113 de 2007). Políticas sociales que promuevan la integración de productores de alimentos locales al esquema de establecimiento, representa beneficios desde el punto de vista laboral, de salubridad y hasta cultural.

Tal como se promueve en la Cumbre, en Colombia debe darse el debate interseccional en torno a la seguridad alimentaria. Dentro de las políticas nacionales de infancia y adolescencia, así como las de mujeres, requiere especificarse lo fundamental de la alimentación adecuada para el crecimiento infantil y el consecuente desarrollo personal. Asimismo, que mujeres gestantes y lactantes, así como las que se encuentran en edad reproductiva son especificidades complejas, no por eso dejarlas de considerar. La regulación para combatir el hambre debe ir más allá que pensar en el etiquetado de los alimentos.

Finalmente, en un país de complejidades como Colombia, el análisis de circunstancias endógenas y exógenas son necesarias para crear un sistema alimentario sostenible. Causas ya mencionadas anteriormente, como la intensidad de los conflictos socioeconómicos y el cambio climático, interfieren en las cadenas de suministro y de alimentación. El desafío es proyectar sistemas alimentarios que no sólo contribuyan a erradicar el hambre, sino que combaten la malnutrición y realmente impacten en la reducción de la pobreza y en la preservación de los recursos naturales.


Imagen tomada de:  https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2020/05/seguridad-alimentaria-nutricional-ante-el-covid19/


[1] De acuerdo con el PNUMA, “el hecho de que la cantidad alimentos que los humanos producen, pero no se comen sea significativa tiene efectos negativos igualmente significativos desde los puntos de vista social y económico, pero también ambiental: las estimaciones sugieren que entre 8% y 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están asociadas con alimentos que no se consumen”. PNUMA (2021). Food waste Index. Report 2021. UN Environment Programe. Disponible en: https://www.unep.org/es/resources/informe/indice-de-desperdicio-de-alimentos-2021

[2] Estas causas fueron levantadas por el informe “The State of Food Security and Nutrition in the world”, 2021, elaborado por la FAO, IFAD, UNICEF, WEP y la OMS. Disponible en: http://www.fao.org/3/cb4474en/cb4474en.pdf

[3] WORLD BANK (2016). Shock Waves. Managing the impacts of Climate Change on Poverty. Climate Change and Development Series. Washington: World Bank. Disponible en: https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/22787

[4] PNUMA (2021). Primera Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU busca una nueva receta para la salud de las personas. Disponible en: https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/reportajes/primera-cumbre-sobre-los-sistemas-alimentarios-de-la-onu-busca-una

[5] NU. Cumbre sobre los sistemas alimentarios. Disponible en: https://www.un.org/es/food-systems-summit

[6] BUSSO, M; MESSINA, J (2020). La crisis de la desigualdad. América Latina y el Caribe en la encrucijada. BID. Disponible en: https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/La-crisis-de-la-desigualdad-America-Latina-y-el-Caribe-en-la-encrucijada.pdf

[7] Entre las normas más relevantes se encuentran la Política Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (PSAN) a través del Conpes 113 de 2007, donde se promueve un derecho a la alimentación; el Conpes 3918 (Estrategia para la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS), con consideraciones muy generales sobre el combate al hambre; la  Resolución No. 2021032459 del 4 de agosto de 2021 “Por la cual se establece el procedimiento para el estudio, expedición, renovación y modificación automática de registros, permisos y notificaciones sanitarias de alimentos”, y, recientemente, la  Ley de Etiquetado Frontal de productos ultraprocesados, sancionada el 6 de agosto.