11 de diciembre de 2018

De cómo la naturaleza guarda lecciones sobre cómo mejor convivir con ella

Santiago Sánchez Velandia*

Es posible que la humanidad se encuentre actualmente ante la amenaza históricamente más seria para su supervivencia como especie: la sobrepoblación, un modelo de desarrollo voraz e insostenible, y la combustible mezcla de poder e ignorancia que representa una sociedad organizada alrededor de la tecnología pero que ignora y desprecia la ciencia detrás de ella, le imponen a la humanidad el apremiante reto de aprender a vivir en el planeta sin acabar con él, so pena en el mediano plazo del fin de la civilización organizada tal como la conocemos, y acaso de la extinción de la humanidad misma. Ante tan sombrío panorama, existen buenas razones para pensar que la clave para el establecimiento de una relación de mutualismo entre la humanidad y el planeta esté, precisamente, en la naturaleza misma.

La disposición de desechos sólidos: un problema que se revela sintomático

El pasado 26 de octubre, en el marco de las XX Jornadas Internacionales en Derecho del Medio Ambiente “El Derecho de las Aguas en el Siglo XXI” organizadas por la Universidad Externado de Colombia, la profesora Carolina Montes[1] presentó el panorama de la disposición de desechos sólidos en Colombia: expuso las modalidades de disposición de desechos utilizadas en el país, con las ventajas y costos que implica cada una, y la compleja huella medioambiental consecuente.

Lo que en principio aparentaría ser el simple estudio de un fenómeno concreto, inconsecuente más allá de sus efectos más inmediatos, y relativamente aislado, terminó revelándose, en cambio, como estimulador de cuestionamientos más amplios de los inicialmente previstos: la insuficiencia de la actividad estatal tal como está actualmente concebida y practicada en Colombia, las graves consecuencias de analizar  un problema solo desde la óptica de un problema sanitario y no desde la perspectiva de uno medioambiental; la realidad socioeconómica subyacente a determinadas prácticas aparentemente intrascendentes e irreflexivas, y la insospechada importancia de decisiones cotidianas -y la consecuentemente reforzada responsabilidad individual que tienen las personas en su calidad de agentes económicos, de ciudadanos, y en fin, de seres humanos-.

La ponencia en comento terminó insinuando una proposición provocadora: ¿acaso resulta plausible pensar que los residuos derivados de nuestro uso de los recursos, aquello que hasta la fecha no hemos considerado más que un estorbo incómodo al que no hemos conseguido encontrarle sitio ni utilidad del todo satisfactorios, pudiese ser en cambio un recurso en sí mismo?

Calentamiento global: el panorama de un descomunal desafío global

El interrogante recién enunciado resulta tanto más inquietante si se considera el contexto en el que se plantea. El pasado 8 de octubre de 2018, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)[2] publicó su reporte especial sobre los impactos del calentamiento global de 1.5 °C por encima de niveles pre-industriales[3]; en este, el panel de expertos concluye que el tiempo es limitado y las medidas a disposición cada vez más radicales, si se pretende lograr la meta establecida en el Pacto de Paris de mantener el calentamiento global entre 1.5 y 2 grados Celsius por encima de niveles pre-industriales.[4] Las consecuencias de no lograrlo, naturalmente, serían extremas: múltiples urbes costeras quedarían sumergidas por las ascendentes aguas oceánicas, y las sequías, inundaciones y olas de calor extremo desembocarían en conflictos por el control de recursos, así como la pobreza extrema y muerte de millones de personas.

Nos encontramos, pues, ante retos que amenazan la vida en sociedad tal como lo conocemos, y la existencia de la especie misma. Frente a estos, no hemos demostrado hasta la fecha mucho más que nula voluntad política para llevar a cabo las reformas estructurales de la organización humana necesarias para su supervivencia; el nivel del discurso ha sido tan bajo que a pesar de la urgencia de la situación y la gravedad de las probables consecuencias, buena parte de los esfuerzos se han dedicado a controvertir sin fundamentos el cuerpo de conocimientos -que imperativamente han de ser objetivos y de rígida naturaleza científica- cuya vocación es ser la base sobre la cual erigir el debate de las soluciones -dialogo, este sí, que ha de ser naturaleza política-.

A la luz de lo anterior, encontrándonos sofocados por la premura de nuestra situación y ofuscados por la inacción y renuencia al cambio de nuestros gobernantes, la necesidad de ideas radicalmente creativas es más evidente que nunca. La noción elemental de hacer recursos de los desechos parece ser una de ellas.

Economía circular: la posibilidad de un modelo de desarrollo menos despiadado

La idea de hacer de los desechos recursos, de hecho, no es tan novedosa; tampoco es invención humana. Para encontrar un sistema que se nutra y renueve a sí mismo basta con ver por la ventana: los ecosistemas naturales son excepcionalmente diestros en aprovechar y renovar la totalidad de sus recursos sin que exista tal cosa como un desecho residual desperdiciado.

Pretendiendo simulando el magistral funcionamiento de los ecosistema, desde hace unas décadas se ha popularizado la propuesta de una “economía circular”. Esta ha sido definida de la siguiente manera:

Tomando como ejemplo el modelo cíclico de la naturaleza, la economía circular se presenta como un sistema de aprovechamiento de recursos donde prima la reducción de los elementos: minimizar la producción al mínimo indispensable, y cuando sea necesario hacer uso del producto, apostar por la reutilización de los elementos que por sus propiedades no pueden volver al medio ambiente.[5]

Por definición, la economía circular es reparadora y regenerativa, y pretende conseguir que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento. Este concepto distingue entre ciclos técnicos y biológicos.

Tal como la imaginan sus creadores, la economía consiste en un ciclo continuo de desarrollo positivo que conserva y mejora el capital natural, optimiza el uso de los recursos y minimiza los riesgos del sistema al gestionar una cantidad finita de existencias y unos flujos renovables. Además, funciona de forma eficaz en todo tipo de escala.[6]

Las ventajas del modelo resultan evidentes: se trata, ni más ni menos, de un sistema sostenible desde el punto de vista de la utilización y renovación de sus recursos.[7]

De cualquier manera, visto todo lo anterior, la esperanza de -por decirlo de alguna manera- hacer virtud de la necesidad mediante la conversión de los desechos en fuente de recursos, insinuada hace unas semanas en la ponencia de la profesora Montes y materializable mediante la innovación inspirada en la naturaleza, no ha de ser interpretada como una utopía inalcanzable; más bien, constituye el augurio de un modelo de desarrollo menos despiadado que nos permita entablar una relación mutuamente beneficiosa con nuestro entorno.

Biomímesis: una promesa

La economía circular es exponente de lo que, a grandes rasgos, es la tesis principal de este escrito: es posible extraer de la naturaleza, y de la innovación inspirada en ella, herramientas conducentes al mejoramiento de la vida humana y a la solución de toda suerte de retos y desafíos -y, de entre ellos, el más trascendental que enfrenta la especie: el calentamiento global-.

La tesis, una vez más, no es novedosa: es conocida como “Biomímesis”. Esta ha sido definida por el Biomimicry Institute como “(…) un enfoque de la innovación que busca soluciones sostenibles para los desafíos humanos mediante la emulación de patrones y estrategias probados por la naturaleza.[8] El término fue acuñado por Otto Schmitt en la década de los 50s del siglo pasado[9], y popularizado por Janine Benyus[10], autora del libro “Biomimicry: Innovation Inspired by Nature”.

Este ejercicio de imitar la naturaleza para resolver problemas es algo que, con mayor o menor consciencia de ello, ha sido en puesto en práctica por la humanidad a lo largo de la historia. Leonardo Da Vinci, famosamente, encontró inspiración en sus frecuentes observaciones de la anatomía y funcionamiento de aves para diseñar maquinas teóricamente capaces de alzar el vuelo.

Hoy seguimos haciendo lo mismo. Ingenieros y diseñadores han intentado replicar formas y procesos, como la habilidad de comunicación de las hormigas, la capacidad de las termitas para aislar y mantener la temperatura y humedad de sus montículos; la geolocalización de los murciélagos y la superficie auto-higienica de las hojas de loto[11].

La economía circular arriba aludida es muestra de cómo se han intentado replicar de la naturaleza, ya no formas ni procesos, sino sistemas enteros.

Para una pobre humanidad que languidece en la zozobra, la aspiración de obtener de la naturaleza una solución a nuestra insostenible y parasitaria organización social encuentra su fundamento en una observación elemental: somos los únicos seres vivos que no hemos aprendido a vivir en nuestro planeta sin destruirlo a él y a nosotros mismos.

Referencias bibliográficas


*Estudiante de quinto año de Derecho, Universidad Externado de Colombia.

[1] Montes, C. (octubre, 2018). Ponencia presentada en las XX Jornadas Internacionales en Derecho del Medio Ambiente “El Derecho de las Aguas en el Siglo XXI”, Universidad Externado de Colombia, Bogotá.

[2] El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (en inglés: Intergovernmental Panel on Climate Change IPCC), creado por la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial (en inglés World Meteorological Organization WMO) “fue creado en 1988 para que facilitara evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.” Ver (2018). Actividades. Recuperado de http://www.ipcc.ch/home_languages_main_spanish.shtml

[3] (2018). Global Warming of 1.5 °C. An IPCC special report on the impacts of global warming of 1.5 °C above pre-industrial levels and related global greenhouse gas emission pathways, in the context of strengthening the global response to the threat of climate change, sustainable development, and efforts to eradicate poverty. Recuperado de http://www.ipcc.ch/report/sr15/index_background.shtml

[4] Watts, J. (2018, octubre 8). We have 12 years to limit climate change catastrophe, warns UN. Recuperado de https://www.theguardian.com/environment/2018/oct/08/global-warming-must-not-exceed-15c-warns-landmark-un-report

[5] (2018). ¿En qué consiste la economía circular? Recuperado de: https://www.sostenibilidad.com/desarrollo-sostenible/en-que-consiste-la-economia-circular/

[6] (2018). Economía circular. Recuperado de: https://www.ellenmacarthurfoundation.org/es/economia-circular/concepto

[7] Naturalmente, la implantación de un sistema económico menos brutal con el planeta en el que vivimos tan solo dejaría pendiente la tarea de ser menos despiadado con los mismísimos seres humanos.

[8] (2018). What is biomimicry? Recuperado de: https://biomimicry.org/what-is-biomimicry/

[9] Vincent, J.F.V., Bogatyreva O.A., Bogatyrev, N.R., Bowyer, A & Pahl, A.K. (2006). Biomimetics: its practice and theory. Journal of the Royal Society Interface, 3 (9). Recuperado de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1664643/

[10] Vox. (2017, Noviembre 9). The world is poorly designed. But copying nature helps. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=iMtXqTmfta0

[11] Íbid.