1 de noviembre de 2023
El derecho de tierras: un amor arraigado en la justicia, identidad y sostenibilidad
El presente año ingresé a la Especialización de Derecho de Tierras en la Universidad Externado de Colombia. Al acercarse la conclusión del ciclo de estudios, deseo expresar mi gratitud a mis colegas de la X cohorte, a los maestros, a los colegas que esta profesión me ha permitido el honor de conocer como parte de mi vida profesional y personal, y al observatorio del derecho de tierras. Mi amor por este campo va más allá de sus complejidades legales; es una conexión profunda con su capacidad para la justicia social, la preservación cultural y la promoción de la sostenibilidad. Considero al derecho de tierras como un agente transformador que ilumina el camino hacia sociedades equitativas, respetando la diversidad y contribuyendo a la construcción de un futuro sostenible y en paz.
Por: Juan Camilo Ortega Betancur*
El presente año tuve la oportunidad de ingresar como estudiante a la especialización de Derecho de Tierras de la Universidad Externado de Colombia, y ante la próxima terminación del ciclo de estudios y a propósito de la finalización del año académico en el mes de noviembre he decidido dedicar el siguiente texto a todos aquellos que como yo tienen una vocación de vida académica y profesional en este campo, en especial a mis colegas de la X cohorte de la especialización de derecho de tierras, a los maestros que nos acompañaron, a los colegas que esta profesión me ha dado el honor de conocer como parte de mi vida profesional y personal, y a los miembros del observatorio del derecho de tierras, todos quienes con su conocimiento y su convicción de justicia, ética, empatía y vocación de servicio han inspirado las siguientes palabras:
El derecho de tierras, un campo jurídico apasionante y profundamente arraigado en la intersección de la ley, la historia y la cultura, despierta en mí un amor ferviente y comprometido. Este amor no es solo una atracción hacia las complejidades legales que rodean la propiedad de la tierra, sino también una conexión más profunda con las implicaciones sociales, culturales y ambientales que esta rama del derecho aborda con gran relevancia.
En el núcleo de mi aprecio por el derecho de tierras está su capacidad para ser una fuerza transformadora en la búsqueda de la justicia social. La historia de la propiedad de la tierra a menudo está marcada por injusticias, desposesiones y desplazamientos forzados. El derecho de tierras se erige como un guardián de la equidad, trabajando incansablemente para restituir derechos a comunidades que han sido históricamente desfavorecidas. Es un faro que ilumina el camino hacia la construcción de sociedades más justas y equitativas, donde la tierra no es solo un recurso económico, sino un vínculo intrínseco con la identidad y el bienestar de las comunidades.
La riqueza cultural y la diversidad que rodean la propiedad de la tierra son otra razón que alimenta mi amor por este campo. La tierra no es solo un trozo de suelo, sino una enciclopedia de historias, tradiciones y legados. El derecho de tierras reconoce y respeta esta conexión, actuando como un protector de la herencia cultural asociada con la tierra. En este sentido, no solo se trata de establecer quién posee legalmente la tierra, sino también de preservar y promover la diversidad cultural que florece en su entorno.
La sostenibilidad se convierte en una pieza clave en este rompecabezas, y el derecho de tierras se posiciona como un defensor de un desarrollo que no sacrifica el medio ambiente en aras del progreso. La gestión adecuada de la tierra es esencial para un desarrollo sostenible, y el derecho de tierras actúa como un guardián que equilibra las necesidades económicas con la conservación ambiental. Así, contribuye a la construcción de un futuro donde las generaciones presentes y futuras puedan beneficiarse de la tierra de manera sostenible, evitando la explotación irresponsable que podría comprometer nuestro entorno natural.
La resolución de conflictos es otra faceta fascinante del derecho de tierras que agrega profundidad a mi amor por esta disciplina. La tierra, a menudo, es la fuente de conflictos a diferentes escalas, desde disputas locales hasta tensiones internacionales. El derecho de tierras ofrece un marco legal que facilita la negociación y la resolución pacífica de disputas, evitando la escalada de conflictos que podrían tener consecuencias devastadoras.
La dinámica jurídica del derecho de tierras es una fuente constante de fascinación. Este campo no es estático; responde y se adapta a los cambios en la sociedad y en el entorno global. Problemas emergentes como el cambio climático, la urbanización y la migración requieren respuestas legales ágiles y flexibles. En este contexto, el derecho de tierras se presenta como un campo jurídico desafiante e intrigante que evoluciona continuamente para abordar los problemas contemporáneos con la profundidad y la amplitud necesarias.
El papel del derecho de tierras en la construcción de la paz añade una dimensión aún más significativa a mi aprecio por esta disciplina. Muchos conflictos armados tienen sus raíces en disputas por la tierra, y el derecho de tierras emerge como un actor crucial en la construcción de la paz y la estabilidad. Proporciona el marco legal necesario para la reconciliación y la reconstrucción de sociedades afectadas por conflictos, contribuyendo así a la construcción de un mundo más armonioso.
En fin, mi amor por el derecho de tierras va más allá de la fascinación por sus complejidades legales; es una conexión profunda con su capacidad para ser un agente transformador en la búsqueda de la justicia, la preservación de la identidad cultural, la promoción de la sostenibilidad y la resolución pacífica de conflictos. Es un campo que encapsula la esencia misma de la intersección entre la ley y la vida, entre la propiedad y la justicia, y es esta riqueza y complejidad lo que alimenta mi amor continuo por el derecho de tierras.
* Abogado y académico. ortegabetancurabogado@outlook.com