2 de octubre de 2023

Los vínculos estrechos entre la agricultura, la alimentación y la biodiversidad

La agricultura y la biodiversidad son mutuamente dependientes: la gestión agrícola sostenible puede tener efectos positivos en la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que presta, los cuales, a su vez, mejoran las condiciones de producción de alimentos para el bienestar humano.

Por: Patricia Guzmán-Aguilera

El análisis de la interacción entre biodiversidad y agricultura se desarrolló y debatió ampliamente desde 2005 en la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (Hassan et al., 2005), discusión que ha sido retomada y profundizada en los informes del IPBES[1] (IPBES-Food, 2016)[2]. Los ecosistemas son el resultado de interacciones e intercambios permanentes entre todos sus componentes que, gracias a su capacidad adaptativa, de manera natural mantienen un equilibrio dinámico.

En el caso de los ecosistemas agrícolas, los intercambios son directamente guiados por los agricultores, en busca de obtener alimentos (Institut national de la recherche agronomique, 2012). La biodiversidad agrícola[3] es esencial para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de acabar con el hambre, garantizar la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible.

Las condiciones específicas de intensidad de los cultivos en el tiempo y el espacio, el tipo y la cantidad de insumos utilizados, su gestión y desperdicio, generan impactos ambientales. Los impactos de la agricultura en la biodiversidad incluyen los cambios en los usos del suelo, pues hay conversión biológica del área elegida para cultivar, reemplazando la riqueza natural original con agroecosistemas que probablemente sean menos diversos.

En el sistema tradicional de agricultura, los campesinos seleccionan las semillas más adaptadas a sus necesidades nutricionales y culturales y las mejoran en cada cosecha según las condiciones ambientales; eligen un sistema de cultivo, las variedades de plantas y animales buscando ajustar los aportes de nutrientes al suelo, la atracción (o rechazo) de ciertos insectos y el control de las plagas y enfermedades. El modelo convencional por su parte, representante de la revolución verde que industrializó e intensificó la agricultura desde la década de 1940, eligió la multiplicación de la producción de alimentos mediante utilización de especies mejoradas, uso de fertilizantes, insecticidas y maquinarias (Conway, 1999).  

A partir de la década de 1980, el modelo agrícola convencional fue identificado como uno de los impulsores de la pérdida de biodiversidad: los monocultivos en grandes áreas aumentaron el número de ecosistemas naturales transformados para la producción agrícola, desplazaron el uso de variedades tradicionales y aumentaron el uso de fertilizantes e insumos químicos, homogeneizando el paisaje agrícola.

Tales sistemas tienden a usar más agua, aumentar su contaminación y la erosión del suelo, almacenar menos carbono, emitir más gases de efecto invernadero y soportar menos hábitats y biodiversidad que los ecosistemas que reemplazan. La oferta mundial de servicios ecosistémicos ha disminuido. El informe IPBES 2019 indica que la reducción de la diversidad de cultivos además produce agroecosistemas menos resistentes al cambio climático, plagas y patógenos. 

Incluso, la biodiversidad agrícola ha disminuido. Desde la década de 1990, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha hecho sonar la alarma: el 75% de los alimentos del mundo proviene de solo 12 especies de plantas, 3 de las cuales (arroz, maíz y trigo) producen alrededor del 60% de las calorías y proteínas vegetales consumidas por los humanos.

Frente a tal situación, la gestión sostenible de la agricultura representa un desafío crucial para responder a la creciente necesidad de alimentos para los 8 millardos de habitantes, manteniendo la biodiversidad y prestando sus servicios ecosistémicos (Secrétariat de la Convention sur la diversité biologique, 2008).

En la perspectiva del consumo, el modelo agroindustrial de las largas cadenas de suministro específicas de los mercados internacionales modeló los comportamientos y borró la memoria de los productos de cosecha o de estación, y en general invisibilizó al productor inicial de los alimentos.

Se posicionó un modelo mundial con los requisitos impuestos por estos mercados, como las condiciones sanitarias, las normas de certificación y/o valor agronómico, el mantenimiento de registros y el etiquetado. El esquema es económica y jurídicamente sólido (Guzmán Aguilera, 2019). Sin embargo, el impacto ambiental negativo exige repensar el modelo.

Frente al reto del hambre que se asumió al inicio del siglo[4], desde la relatoría especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación se ha sostenido que es posible revertir la tendencia hacia la pérdida de especies y la erosión genética al tiempo de aumentar la productividad agrícola (De Schutter, 2010).

Esto se apoya en un sistema jurídico de derechos humanos que brinde prioridad a la protección de los grupos más marginados, especialmente los pequeños agricultores de los países en desarrollo (De Schutter,2011).

Para ello, se necesita un modelo agrícola basado en el desarrollo de prácticas agroecológicas que adicionalmente permite mejorar los ingresos y medios de vida rurales.

Hay que revisar el sistema agroalimentario en su totalidad y verificar la potencialidad y cubrimiento de los modelos de consumo local en circuitos cortos, la revisión de la agroecología y en general los modelos de sistemas agroalimentarios territorializados.

Así las cosas, teniendo en cuenta que existen vínculos cercanos e interdependientes entre la nutrición, la seguridad alimentaria, la biodiversidad y la agricultura sostenible, es importante abordar el tema de la alimentación con un enfoque sistémico y reconocer la necesidad de trabajar colectivamente alrededor de sistemas agroalimentarios sostenibles[5].

Hay una exigencia para que los diferentes actores de la sociedad promuevan la exploración conjunta en busca de multiplicar las sinergias positivas entre la riqueza en biodiversidad y la alimentación saludable para lograr el doble objetivo de la protección de los ecosistemas agrícolas: conservar el ambiente y nutrir a sus habitantes. La agricultura puede contribuir a la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad y debe urgentemente dejar de ser un motor de su pérdida.

Nota:  Con un interés de contribuir a estas discusiones, desde el año pasado se creó en nuestra Universidad la Mesa Interfacultades en problemáticas agroalimentarias a la que pertenezco, un espacio abierto de encuentro, investigación y acción que entre otros, ha acompañado los dos últimos Mercados campesinos que se han hecho en la Universidad, adelanta desde este semestre una experiencia piloto de una cátedra conjunta interfacultades (CENA); ha participado en eventos académicos, desarrollado investigación y publicaciones, y recientemente inició un proyecto de alimentación saludable, sostenible y local para los estudiantes de la Universidad Externado.

Bibliografía

Conway, G. (1999). The Doubly Green Revolution: Food for All in the Twenty-First Century. Cornell University Press.

Cromwell, E., Friis-Hansen, E., & Turner, M. (1992). The seed sector in developing countries: a framework for  performance analysis. Overseas Development  Institute (ODI). https://www.odi.org/sites/odi.org.uk/files/odi-assets/publications-opinion-files/6969.pdf

De Schutter, O. (2010). “Agroécologie et droit à l’alimentation”, Rapport présenté à la 16ème session du Conseil des droits de l’homme de l’ONU [A/HRC/16/49].

De Schutter, O. (2011). The right of everyone to enjoy the  benefits  of  scientific  progress  and  the  right  to  food  :  from  conflict  to  complementarity. Human  Rights  Quarterly, 33, 304–350.

Guzmán Aguilera, P. (2019). Semences traditionnelles et biodiversité. Quelle (s) regulation(s) juridique (s)? Le cas colombien. [Doctorat, Université de Rennes 1]. http://www.theses.fr/s195363

Hassan, R. M., Scholes, R. J., Ash, N., & Millennium Ecosystem Assessment (Program) (Eds.). (2005). Ecosystems and human well-being: current state and trends: findings of the Condition and Trends Working Group of the Millennium Ecosystem Assessment. Island Press. https://www.millenniumassessment.org/en/Condition.html

Institut national de la recherche agronomique. (2012). Agriculture et biodiversité: valoriser les synergies ([Nouvelle éd, Vol. 1–1). Éd. Quae.

IPBES-Food. (2016). From uniformity to diversity:  a paradigm shift from industrial agriculture to diversified agroecological  systems. International Panel of Experts on Sustainable Food systems. http://www.ipes-food.org/images/Reports/UniformityToDiversity_FullReport.pdf

Secrétariat de la Convention sur la diversité biologique. (2008). Biodiversité et agriculture: Protéger la biodiversité et assurer la sécurité alimentaire. (116).


[1] Utilizamos las notas al pie para aclarar algunos términos o siglas a los lectores.

[2] La plataforma científico-normativa intergubernamental para la biodiversidad y los servicios ecosistémicos (IPBES por sus siglas en inglés) establecida en 2012 por la Asamblea General de Naciones Unidas es el máximo ente de investigación y recomendación política en biodiversidad.

[3] Empleamos el término biodiversidad agrícola para definir la variabilidad de especies y ecosistemas tanto silvestres como domésticas que se utilizan directa o indirectamente para la producción de alimentos.

[4] El Objetivo de desarrollo del Milenio ODM 1 era erradicar la pobreza extrema y el hambre. El objetivo de desarrollo sostenible ODS2 es hambre cero.

[5] Los sistemas agroalimentarios sostenibles vinculan los ODS 1, 2 y 12: fortalecer los sistemas alimentarios locales, fortalecer las capacidades locales para mejorar la producción y el acceso a alimentos seguros y nutritivos para las familias.